Personajes

Alfonso Diez

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Los Últimos Comunistas Mexicanos 2

Segunda y última parte

 

No era necesario ser comunista para simpatizar con la ideología marxista, o profesarla. Al amparo de la misma se crearon centros de estudio, frentes de lucha y partidos políticos sin que necesariamente llevaran la palabra "comunista" en los nombres que los designaban.

En uno de esos centros estuvo por cierto el que luego sería Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, al lado de respetables personajes como el doctor Leopoldo Ancona, director de la secundaria # 7 y catedrático de la Facultad de Medicina y de la profesora Aurea García Torres.

Pero tal vez uno de los más serios por lo que al análisis de la vida política nacional se refiere fue el Instituto de Estudios Latinoamericanos —IELA—, que incluyó en sus filas a gente capaz, estudiosa y profunda en sus apreciaciones, compañeros inolvidables como Carlos Pacheco Reyes, Caridad Mateo, Salomón Eluani, Fausto Trejo, Raúl Ugalde, José Mainero, Aurea y Ángela García Torres, Engracia Torres Vázquez, Conchita Espino Barros.

Estaba ubicado cerca del monumento al "Salto del agua", sobre lo que entonces era la avenida San Juan de Letrán, hoy Eje central Lázaro Cárdenas, junto a la tortería Amalia y a unos pasos del cabaret "Azteca".

Uno de sus miembros, Raúl Ugalde, fue encarcelado junto con Víctor Rico Galán hace años, acusados de preparar a un grupo guerrillero; otro, Fausto Trejo, encabezó junto a Heberto Castillo las manifestaciones multitudinarias del movimiento estudiantil de 1968.

Carlos Pacheco Reyes murió hace 30 años, Engracia Torres Vázquez también falleció, el 5 de marzo de 1966, Aurea García Torres el 26 de diciembre de 1991; Conchita vive ahora cerca de su hija, Arlette Pacheco; José Mainero se separó del grupo y los últimos que se reunían en tertulias privadas eran Caridad, Salomón, Fausto y Raúl, los tres primeros ya fallecieron (corrección el 28 de abril de 2011).

 

Carlos Pacheco Reyes

Genio y Figura

 

El tema surge necesario por los festejos que se avecinan a Alfonso Reyes (recién se presentó un nuevo libro: “Tesoros de la Capilla Alfonsina”. Algunos de los hijos del general Bernardo Reyes fueron célebres —el escritor Alfonso Reyes entre ellos— y una de sus hijas, Aurelia, se casó con un vástago del general Carlos Pacheco llamado Gustavo Andrés.

De esta unión nació Carlos Pacheco Reyes el 9 de diciembre de 1925 en el Distrito Federal (la verdad la acaba de revelar Marcela del Río en su libro “La Utopía de María”, el padre en realidad también era Reyes, pero nos ocuparemos del tema en otro “Personajes”) un individuo que destacaría por su inteligencia sobresaliente, su amplísima cultura y su afán conservador que le daba una figura respetable y querida para los que tuvimos la fortuna de ser sus amigos.

Siempre de traje y sombrero, muy parecido en los rasgos faciales a su tío Alfonso Reyes, de barba y bigote, medianamente calvo, Carlos Pacheco Reyes tenía curiosamente la misma apariencia de otros grandes hombres como José Martí, Francisco I. Madero, Vladimir I. Lenin, León D. Trotsky; medía 1.47 metros de estatura física, pero la intelectual era extraordinariamente grande.

Pacheco Reyes estudió filosofía, era marxista y conocedor profundo de la materia, jamás perdía una discusión, cada plática suya era una cátedra.

Ejercía el psicoanálisis; era freudiano ortodoxo, de los pocos que leyeron no sólo la obra completa de Freud sino también a Fenichel, Hollitscher, Lagache, Pichot, Reich, Abraham, Klein...

El periodismo era otra de sus actividades; tenía tal capacidad de trabajo que hacía una revista completa él solo, con diferentes seudónimos. La revista "Política" de Manuel Marcué Pardiñas fue una de las que recibieron sus colaboraciones.

Cafetómano y fumador empedernido —de 3 a 4 cajetillas diarias de "Delicados" sin filtro— era asistente asiduo al Café La Habana. Bohemio, serio en sus juicios y alegre en las tertulias, era admirador de Agustín Lara porque como él cantaba a la mujer, a la que Pacheco respetaba y entregaba su sensibilidad.

Con Conchita Espino Barros Ramírez (cambió su nombre y ahora es la pintora Aída Espino) tuvo dos hijas, Adriana y Arlette; atractivas, inteligentes y capaces en sus actividades. Adriana es criminóloga por la Universidad de Montreal, donde acaba de terminar su doctorado, es también jefe de Redacción de la revista Criminologie y forma parte del grupo de investigadores del Centre international de criminologie comparée (CICC). Se especializa en la problemática de la violencia por motivaciones religiosas, en especial contra los niños. Lleva 17 años viviendo en Montreal. No cabe duda, de tal palo, tal astilla. (Información actualizada el 28 de abril de 2011). Arlette es la conocida actriz y cantante. Tras la separación de sus padres, ambas permanecieron al lado de su padre, en un ambiente de cariño y respeto.

Hubo una profunda amistad entre Carlos Pacheco y Aurea García Torres; durante los últimos días de la enfermedad que lo llevó a la muerte, se refería insistentemente a Aurea...

Una media hermana de Pacheco Reyes, Marcela del Río Reyes, destacada escritora y miembro del cuerpo diplomático del gobierno mexicano, estuvo casada con el famoso violinista Hermilo Novelo, muerto de manera trágica. Antes, fue esposa del doctor Alfonso Domínguez Toledano, ex director del Sanatorio Lavista y amigo de toda la vida de Pacheco.

Hay dos libros escritos por Carlos Pacheco Reyes, uno plagiado por Miguel de Saldová, “Psicoanálisis, las bases de la ciencia del inconsciente”; y otro titulado “Fantasía y psicoterapia, el hipnodrama”, en el que plantea una nueva técnica psicoanalítica, más de realización que de interpretación, "con la particularidad de que esta realización transcurre en un nivel alucinatorio inducido durante el sueño hipnótico".

Carlos Pacheco murió víctima de sus aficiones —el café y el cigarro, prohibidos por su médico—, que le provocaron una bronquitis que casi cedía cuando pudo más la tentación por el humo y la taza con la apetecida infusión, el 13 de febrero de 1977.

Debilitado por la enfermedad y los problemas emocionales, se puso el saco y el sombrero y salió a buscar la ansiada cajetilla de "Delicados". No podía permanecer en cama, esperando la recuperación que sólo le traería el descanso; tenía que forjar su propio destino, no conocía otra forma.

 

Valentín Campa y Avilés Fabila

 

Hubo miembros talentosos del Partido Comunista Mexicano y otros, como en cualquier agrupación, que solamente aportaron su capacidad de lucha —tal vez más que suficiente—; finalmente otros más que nunca dejaron de ser frívolos, superficiales e ignorantes de todo lo que significara la filosofía y la economía, pero que inexplicablemente se afiliaron a ese partido.

Dos libros ejemplifican a otros tantos exponentes. Curiosamente los dos libros llevan el mismo título, aunque fueron escritos con trece años de diferencia:

Uno de ellos, “Memorias de un comunista mexicano, mi testimonio”, deja ver la enorme capacidad de lucha de su autor, Valentín Campa, y también sus deficiencias, como él mismo confiesa: “Al leer el libro se observará que la deficiencia principal, tanto mía como de otros camaradas de mi generación, fue nuestro bajo nivel teórico y aún político...” Lo confiesa Campa, pero su vida fue dedicada íntegramente a su partido, sin mala fe, con absoluta convicción.

Otro caso es el de René Avilés Fabila, cuyas “Memorias de un comunista” aparecieron justo cuando sus ex compañeros menos las necesitaban, poco antes de unas elecciones. Avilés se dedica a denostar y más que eso a exhalar veneno contra los que alguna vez llamó camaradas; pero lo peor es que ni siquiera sabe cómo hacerlo, no sabe escribir, no tiene idea de lo que es la estructura, la coherencia, comete errores de primaria; en fin, un libro así ni siquiera merece la critica lineal, basta reproducir algunos comentarios del poeta Raúl Cáceres Carenzo para darle punto final al tema Avilés Fabila:

René se hizo conocido cuando publicó su libro ‘Los juegos’; era la época del '68 y aunque el libro era malo y estaba mal escrito, era un libro de denuncia, que nos permitía pensar que René iba a evolucionar; todos creíamos que él se iba a dedicar a estudiar, a leer, a aprender ortografía y redacción y le augurábamos cierto futuro, pero René no tiene capacidad de autocrítica y no supo tomar el camino de la evolución, en lugar de eso empeoró y los resultados los ejemplifica ese libro ‘Memorias de un comunista’ pésimo, mal escrito y lleno de enjundia, ejemplo de cómo un individuo sin cultura puede engañar a un editor para que le publique sus ‘anécdotas’ “.

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